Cuatrocientos sesenta y un días. Cambio de trabajo. Partida de la casa de mis padres. Independencia. Todas estas cosas pasaron en apenas un año, tres meses y seis días. Si bien no estoy contento que haya pasado tanto tiempo desde mi última crónica, lo cierto es que fueron muy buenas las razones que me obligaron a alejarme del blog. Pero aquí estamos nuevamente, volviendo a lo que siempre me hace bien: la terapia disfrazada de escritura. En 24 años de vida, no recuerdo haber ganado ningún tipo de sorteo o concurso, lo que me lleva a creer que no soy un tipo con suerte. Me imagino qué en este momento estarán pensando, ¿qué tiene esto que ver con el cine? Paciencia. Retomando lo que les comentaba, y reiterando que no soy un tipo con suerte, el sábado pasado me anoté, de todos modos, en un concurso para asistir a la Avant Premier de la Mujer Maravilla. El domingo por la mañana, fui a desayunar cerca de mi casa, a un renovado local de Havanna. Nunca es bueno madrugar, y menos
Hay ciertos momentos en la vida que uno nunca se olvida. Puede ser un hecho importante que nos haya marcado y dejado su huella o un momento sin mucha importancia. En este caso, hace algunos años atrás, comencé a interesarme por el mundo de los cómics. Si bien siempre fui de ver todas las películas referentes a este género, nunca me había tomado el tiempo de investigar las historietas. Recuerdo haber ingresado en una comiquería en la calle Marcelo T. de Alvear, justo en la esquina, y sentirme perdido como pocas veces en mi vida. Me sentía intimidado y sin saber como moverme por la tienda. Había gente que miraba y miraba cosas, sin dudar de lo que estaban haciendo y, ubicados en el lugar y tiempo correcto. Yo, por la contra parte, estaba perdido. Lo único que sabía, es que estaba interesado en leer acerca de Flash, que no es poca cosa. Claro que tuve que hablar con los vendedores para informarles que no tenía ni la más mínima idea de Flash ni de ningún otro cómic. Me recomendaron un